Loading...

SERVICIOS



EL CUENTO
El cuento es una narración breve de carácter ficcional protagonizada por un grupo reducido de personajes y con un argumento sencillo.No obstante, la frontera entre cuento largo y una novela corta no es fácil de trazar. El cuento es transmitido originalmente por vía oral aunque con la modernización se han creado nuevas formas como los audiolibros.
Contenido
Cuento popular y cuento literario
Hay dos tipos de cuentos:
  • El cuento popular: Es una narración tradicional breve de hechos imaginarios que se presenta en múltiples versiones, que coinciden en la estructura pero difieren en los detalles. Tiene 3 subtipos: los cuentos de hadas, los cuentos de animales y los cuentos de costumbres. El mito y la leyenda son también narraciones tradicionales, pero suelen considerarse géneros autónomos (un factor clave para diferenciarlos del cuento popular es que no se presentan como ficciones).
  • El cuento literario: Es el cuento concebido y transmitido mediante la escritura. El autor suele ser conocido. El texto, fijado por escrito, se presenta generalmente en una sola versión, sin el juego de variantes característico del cuento popular. Se conserva un corpus importante de cuentos del Antiguo Egipto, que constituyen la primera muestra conocida del género. Una de las primeras manifestaciones en la lengua castellana es El conde Lucanor, que reúne 51 cuentos de diferentes orígenes, escrito por el infante Don Juan Manuel en el siglo XIV.
Partes del cuento
El cuento se compone de tres partes.
  • Introducción o planteamiento: La parte inicial de la historia, donde se presentan todos los personajes y sus propósitos. Pero fundamentalmente, donde se presenta la normalidad de la historia. Lo que se presenta en la introducción es lo que se quiebra o altera en el nudo. La introducción sienta las bases para que el nudo tenga sentido.
  • Desarrollo o nudo:Es la parte donde se presenta el conflicto o el problema de la historia, toma forma y suceden los hechos más importantes. El nudo surge a partir de un quiebre o alteración de lo planteado en la introducción.
  • Desenlace o final: Parte donde se suele dar el clímax, la solución a la historia y finaliza la narración. Incluso en los textos con final abierto, hay un desenlace. Puede terminar en un final feliz o no.
Características del cuento
El cuento presenta varias características que lo diferencian de otros géneros narrativos:
  • Ficción: aunque puede inspirarse en hechos reales, un cuento debe, para funcionar como tal, recortarse de la realidad.
  • Argumental: el cuento tiene una estructura de hechos entrelazados (acción – consecuencias) en un formato de: introducción – nudo – desenlace.
  • Única línea argumental: a diferencia de lo que sucede en la novela, en el cuento todos los hechos se encadenan en una sola sucesión de hechos.
  • Estructura centrípeta: todos los elementos que se mencionan en la narración del cuento están relacionados y funcionan como indicios del argumento.
  • Personaje principal: aunque puede haber otros personajes, la historia habla de uno en particular, a quien le ocurren los hechos.
  • Unidad de efecto: comparte esta característica con la poesía. Está escrito para ser leído de principio a fin. Si uno corta la lectura, es muy probable que se pierda el efecto narrativo. La estructura de la novela permite, en cambio, leerla por partes.
  • Prosa: el formato de los cuentos modernos (a partir de la aparición de la escritura) suele ser la prosa.
  • Brevedad: por y para cumplir con estas características, el cuento es breve.
Antti Aarne
Antti Amatus Aarne (5 de diciembre de 1867 - 2 de febrero de 1925) fue un folclorista finés, más conocido por desarrollar un sistema de clasificación de fábulas clásicas conocido como Aarne-Thompson, llamado así a partir de la traducción al inglés y posterior ampliación por parte del folclorista estadounidense Stith Thompson.
Contenido
Historia
Aarne fue alumno de Julius Krohn y de su hijo Kaarle Krohn. Julius Krohn fue el primero en confeccionar un método científico para el estudio del folclore, el conocido método histórico-geográfico. Fue el autor de la versión inicial de lo que pasaría a convertirse en el sistema de clasificación Aarne-Thompson de fábulas clásicas. Su trabajo lo continuaría su hijo Kaarle y, más tarde, su discípulo Aarne. Su primera publicación fue en 1910.
El folclorista estadounidense Stith Thompson tradujo el sistema de clasificación de Aarne al inglés en 1928, para posteriormente ampliarlo, y en una segunda ampliación en 1961 del catálogo de Aarne creó el sistema AT-número (también llamado sistema AaTh) aún usado hoy en día. El sistema de clasificación AT ha sido recientemente ampliado, en 2004, por Hans-Jörg Uther (Aarne-Thompson-Uther o sistema ATU).
El catálogo Aarne-Thompson recoge unos 2500 temas y argumentos que, durante generaciones, los cuentistas europeos han usado para desarrollar sus historias. Estos europeos viajaron al nuevo mundo, al lejano Oriente y a África, y sus cuentos viajaron con ellos, desarrollandose en todos esos nuevos ambientes. Por lo tanto el sistema de Aarne-Thompson abarca las fábulas de todo el mundo.[1]
El sistema Aarne-Thompson fue criticado por otros folcloristas, especialmente Vladímir Propp, que creó su propia clasificación, conocida como las funciones de Propp.
Aarne-Thompson
Aarne-Thompson es un sistema de clasificación de fábulas o cuentos de hadas. Su primera edición fue obra del folclorista finlandés Antti Aarne, publicado en 1910. En 1928 el folklorista estadounidense Stith Thompson lo ampliaría y completaría, pasando a llamarse Aarne-Thompson (AT o AaTh) en su versión posterior de 1961. En 2004 Hans-Jörg Uther ha continuado el trabajo, pasándose a llamar Aarne-Thompson-Uther o sistema ATU.
 
Contenido
Origen
En 1931 Johanes Bolte y Georg Politva publicaron una extensa compilación que consistía en un conjunto de detalladas notas comparativas sobre los cuentos de los Hermanos Grimm, llamada Anmerkungen zu den Kinde- und Hausmärchen der Brüder Grimm. Esta obra fue la base de la llamada Escuela Finlandesa, que a partir de la cabeza visible de Julius Krohn, creó el llamado método histórico-geográfico, método científico para el estudio del folclore. Su obra la continuaría su hijo Kaarle Krohn y más tarde su discípulo Antti Aarne. El resultado final de este estudio sería el sistema Aarne-Thompson, una clasificación sobre los índices y motivos de los cuentos populares.
Desarrollo
Antti Aarne emprendió con su obra, publicada en 1910, el intento más destacable de clasificar de forma universal las fábulas folclóricas. Aarne se ciñó a las tipologías de cuentos finlandeses y daneses, junto a los de los Grimm, siendo su estudio sólo válido para la Europa occidental. Aarne compara los cuentos entre ellos y establece los tipos: los argumentos básicos inalterables en la tradición y comunes en toda la geografía analizada. Citó 540 tipos, seguidos de un número o una letra o un asterisco.
En 1928 Stith Thompson añadió nuevos tipos, usando para ello los catálogos parciales que a partir del sistema instaurado por Aarne, aparecieron en otros países. En 1961 aparecería la obra definitiva, la Aarne-Thompson (AT o AaTh). A diferencia de Aarne, esta nueva revisión permitía estudiar las tipologías folclóricas de Asia, y no sólo de Occidente.
En 2004 se publicaría una tercera revisión, publicada por Hans-Jörg Uther, rebautizada como el Índice Aarne-Thompson-Uther (ATU).
Diferencias
Kaarle Krohn y Antti Aarne distinguían tipo de versión y variante: los relatos cuyas semejanzas son mayores que sus diferencias pertenecen al mismo cuento tipo, pero si presenta variaciones importantes se llama variantes del tipo. Ambos defendían la existencia de un arquetipo por cada cuento tipo, la forma primigenia de la que procederían todas las versiones posteriores y con existencia histórica.
Thompson diferencia el tipo del motivo, que vendría a ser el elemento común presente en toda la tradición. Expone tres clases de motivos:
  • Los actores de una fábula
  • Elementos que ayudan al desarrollo de la historia, tales como objetos mágicos, creencias, etc.
  • Incidentes aislados
La tercera clase de motivos sería la más abundante: cuando tienen existencia independiente en la tradición, coinciden con los tipos correspondientes.
Se puede dar el caso de que un tipo esté constituido por un solo motivo o por varios motivos relacionados. Además hay motivos que pueden darse en diferentes clases de cuentos. Por lo tanto, el problema principal a la hora de hacer una clasificación reside en ordenar aquellos cuentos que presentan una serie de varios motivos, y diferenciar cuales de estos motivos son los principales y cuales los accesorios.
Clasificación
Hay tres grupos principales de cuentos: los cuentos comunes u ordinarios, los cuentos de animales y los cuentos humorísticos. Aarne-Thompson añadieron dos nuevos grupos: los cuentos de fórmula (que siguen un patrón establecido, como por ejemplo recopilaciones de varios cuentos) y los cuentos no clasificados (los que no se pueden incluir en ninguno de los grupos anteriores). Cada grupo, a su vez, se divide en subgrupos:
  • I. Cuentos de animales:
    • Animales salvajes (tipos 1 al 99)
    • Animales salvajes y animales domésticos (100-149)
    • El hombre y los animales salvajes (150-199)
    • Animales domésticos (200-219)
    • Pájaros (220-249)
    • Peces (250-274)
    • Otros animales y objetos (275-299)
  • II. Cuentos folclóricos ordinarios:
    • A. Cuentos de magia (300-749):
      • Adversarios sobrenaturales (300-399)
      • Esposo(a) u otro pariente sobrenatural encantado (400-459)
      • Tareas sobrenaturales (460-499)
      • Ayudantes sobrenaturales (500-559)
      • Objetos mágicos (560-649)
      • Poder o conocimiento sobrenatural (650-699)
      • Otros cuentos de lo sobrenatural (700-749)
    • B. Cuentos religiosos (750-849)
    • C. Novelas o Cuentos románticos (850-899)
    • D. Cuentos del ogro estúpido (1000-1199)
  • III. Cuentos humorísticos:
    • Cuentos acerca de tontos (1200-1349)
    • Cuentos acerca de matrimonios (1350-1439)
    • Cuentos acerca de una mujer (muchacha) (1440-1524)
    • Cuentos acerca de un hombre (muchacho) (1525-1874)
    • El hombre listo (1525-1639)
    • Accidentes afortunados (1640-1674)
    • El hombre estúpido (1675-1724)
    • Chistes acerca de clérigos y órdenes religiosas (1725-1849)
    • Anécdotas acerca de otros grupos de personas (1850-1874)
    • Cuentos de mentiras (1875-1999)
  • IV. Cuentos de fórmula:
    • Cuentos acumulativos (2000-2199)
    • Cuentos con trampa (2200-2249)
    • Otros cuentos de fórmula (2300-2399)
  • V. Cuentos no clasificados (2400-2499)
 Crítica
A pesar de que el sistema AT es reconocido por muchos estudiosos como una herramienta de vital importancia para el estudio y catalogación de las fábulas, no ha estado exento de críticas u objeciones. La objeción más importante la realizó el etnólogo ruso Vladímir Propp en el capítulo primero de su Morfología del cuento. Propp criticó la catalogación de los cuentos en tipos y motivos. Se puede leer:
No se puede determinar dónde termina un tema con sus variantes y dónde empieza otro.[1]
Los trabajos de la escuela finesa parten de un supuesto erróneo, en una premisa inconsciente según la cual cada tema es un todo orgánico, que puede separarse de la masa de los otros temas y estudiarse por sí solo.[2]
Otro investigador, Carlos González Sanz, también criticó el sistema Aarne-Thopson porqué no define
las subdivisiones según un criterio unificador, de manera que no se explica bien por qué los cuentos de animales se definen por el tipo de personaje, los de la magia por la temática y en su conjunto la oposición entre cuentos propiamente dichos y cuentos de fórmula sea más bien formal (aunque internamente los cuentos de fórmula se subdividan temáticamente). Este es el principal error del índice, que lleva a vacilaciones a la hora de clasificar cuentos que, como el de medio pollo, podrían ser de animales, mágico e incluso formulístico.[3]
No obstante el Índice de Aarne-Thompson sigue siendo actualmente una fuente importante a la hora de catalogar y encontrar fácilmente un cuento y poder rastrear sus variantes a través de una situación geográfica en concreto. Compensa su falta de rigurosidad con una gran utilidad para todos los investigadores de las fábulas y cuentos populares.
 
Subgéneros
CUENTO TRADICIONAL
El cuento tradicional es una narración breve, de autor anónimo, que refiere acontecimientos ficticios. Pero, además, por pertenecer a la tradición oral, el cuento tradicional perdura a través de variantes. Es decir, cada vez que se relata un cuento en forma oral o escrita, se produce una versión de él, diferente de otra anterior.
La estudiosa Susana Chertrudi plantea que cada variante es "una secuencia de elementos comunes a una serie de versiones, las cuales se parecen más entre sí que a las de las otras series". Una variante puede ser entonces el cambio de un elemento (un animal, un personaje, un modelo dialógico, un paisaje, etc) por otro, sin que se modifique el tema o el sentido del texto. Por ejemplo, si en una fábula el animal traidor es el escorpión, que, por su naturaleza, no puede dejar de comportarse cruelmente con la rana (el animal traicionado), en otra versión, el que cumple la función de la naturaleza traidora puede ser la víbora, y el engañado el hombre; o también, se puede encontrar un refrán que sintetiza el mismo contenido, aunque los protagonistas sean otros.
La necesidad de conservación del tema - aunque quizá en algunos casos con ligeras variaciones - responde a la misma finalidad del cuento que, si bien es proporcionar diversión y placer, también tiene una función didáctica: enseñar y transmitir las reglas de conducta y morales de la sociedad.
 
ALGUNOS DE LOS SUBGÉNEROS MÁS POPULARES DEL CUENTO SON:
ESTRUCTURA ARGUMENTAL
La estructura argumental es una estructura narrativa que identifica tres partes:
Introducción – nudo - desenlace
La estructura argumental tiene una relación muy estrecha con la construcción del discurso.
Contenido
Estructura
Introducción
En la introducción, se presentan los personajes, el escenario, y demás elementos que conforman la normalidad de la historia. Puede representarse con el había una vez de los cuentos clásicos. Es importante tener en cuenta que la normalidad puede ser algo completamente anormal, terrible o fuera de lo común; pero, presentado como introducción, pasa a ser la normalidad de esa historia. La introducción sirve también para inducir al lector hacia el conflicto.
Nudo
El nudo termina cuando aparece un elemento de tensión que arregla la normalidad planteada en la introducción. Se podría representar con el Pero un buen día de los cuentos tradicionales. La ruptura genera consecuencias, que pueden a su vez generan otros puntos de tensión y de ruptura, con sus respectivas consecuencias, etcétera. Esta sucesión de conflictos encadenados va generando la trama.
En el Cuento, esta estructura es el todo. Otras formas narrativas, como la novela, admiten líneas argumentales adicionales por ejemplo en cada capítulo.
Desenlace
Llegado un punto de tensión determinado, ocurre algún hecho que reordena estos elementos y establece una nueva normalidad. A este punto se lo conoce como final o desenlace.
Esta nueva normalidad puede ser similar a la previa al conflicto o mejor o peor o completamente diferente. Lo importante es que el desenlace deja planteado como serán las cosas a partir de ese momento.
Otras disciplinas artísticas
La estructura argumental puede ser claramente identificada en géneros narrativos o relacionados con la narrativa, como el cuento, la novela, las obras dramáticas o en muchas películas. Pero también es posible reconocer una estructura argumental en otros géneros artísticos relacionados con el teatro, como la ópera o el ballet.
Hay también una relación muy estrecha entre la estructura argumental y los movimientos de las obras musicales (sean o no preparadas para la ópera o el ballet).
Fábula
Para otros usos de este término, véase Fábula (desambiguación).
Las fábulas son composiciones breves literarias en las que los personajes casi siempre son animales u objetos, que presentan características humanas como el habla, el movimiento, etc. Estas historias concluyen con una enseñanza o moraleja de carácter instructivo, que suele figurar al final del texto.
Contenido
Género literario
No debe confundirse con la parábola o relato simbólico ni con el discurso o sermón parenético, cuya intención es exhortar a seguir una conducta ética y por ello recurre con frecuencia a este tipo de procedimientos.
Se diferencian de los apólogos en que éstos son más generales y en ellos pueden intervenir además hombres y personajes tanto animados como inanimados. Pueden estar escritas en prosa o verso. En el Index motifs, catálogo de motivos de relatos folclóricos de Antti Aarne y Stith Thompson (Aarne-Thompson), las fábulas aparecen clasificadas como cuentos de animales. A pesar de ser un género literario sujeto a la transmisión oral de generación en generación, la fábula aún conserva estas características que la diferencian de otros géneros narrativos más mutables como el cuento o relato o la novela, a la cual el tiempo ha traído numerosos cambios y nuevos subgéneros y tendencias.
Conviene distinguir claramente la fábula género literario de la fábula argumental o argumento: Aristóteles hablaba de esta última cuando escribe que la fábula es uno de los seis elementos que forman la tragedia junto con los caracteres, el canto, la elocución, el pensamiento y el espectáculo. (Poética, cap. VI, 1450a). Así pues, la fábula trágica es su argumento o el encadenamiento de acciones y hechos expuestos que forma la narración o, de otra forma, en el lenguaje cinematográfico, la sinopsis. Un ejemplo de fábula es el "Gato y el Ratón" en donde se pueden identificar las características de esta.
El Gato y el Ratón
Había una vez un pequeño ratón, que vivía en la casa de una mujer vieja ya. La señora, que temía de estas criaturas, coloco muchas trampas para matar el ratón. El ratón asuntado le pide ayuda al gato de la mujer.
-¿Podrías ayudarme, lindo gatito?-le dijo al gato
-Si...¿En que?-respondió este
-Solo quita las trampas de la casa-dijo el ratón
-Mnnn... y ...¿que me das a cambio?-dijo el gato
-Finjo ante la señora que estoy muerto, ya que tu me has matado, ella creerá que eres un héroe-respondió el ratón
-Me has convencido-dijo el gato
El gato saco las trampas de la casa, pero el ratón nunca cumplió su parte del trato. Un día la señora descubre que fue el gato quien saco las trampas, ella muy enojada decide dejar al gato en la calle. Moraleja: "No confíes en todo lo que oyes"
Historia
La fábula ya era cultivada en Mesopotamia, dos mil años antes de nuestra era. Unas tablas de arcilla que provienen de bibliotecas escolares de la época cuentan brevemente historias de zorros astutos, perros desgraciados y elefantes presuntuosos. Muchos de estos textos muestran una gran afinidad con los proverbios por su construcción antitética, pero no poseen una moral explícita.
En la antigüedad griega, la primera fábula, conocida como la fábula del ruiseñor, la contó Hesíodo a comienzos del siglo VII a.C. en Los trabajos y los días, y ya posee la intención de hacer reflexionar sobre la justicia. Aunque en Homero no hay fábulas, sus comparaciones con animales ya poseen in nuce el germen del género. En época clásica Sócrates entretuvo sus últimos días poniendo en verso las fábulas de Esopo. Demetrio de Falero publicó la primera colección de fábulas históricamente atestiguada, que se ha perdido, pero que dio lugar a innumerables versiones. Una de ellas, fusión de varios manuscritos, data probablemente del siglo I después de Cristo, y es la llamada Augustana. Es a esta colección a la que nos referimos cuando hablamos de las llamadas Fábulas de Esopo. Era este un esclavo semilegendario de Asia Menor de cuyas circunstancias biográficas poco se puede sacar en limpio, salvo que fue vendido como esclavo en Samos al filósofo Janto, quien le prometió repetidas veces la libertad y la obtuvo al fin gracias a una intervención popular. Nicóstrato hizo una colección de fábulas con intención educativa en el siglo II, y también otros sofistas. De Grecia la fábula pasó a Roma; Horacio escribió en Sátiras, II, 6, una memorable, la del ratón del campo y el ratón de ciudad; Fedro, siguiendo ese precedente, transformó el género en prosa en un género poético en verso. En el siglo IV el poeta romano Flavio Aviano escribió unas cuarenta, en su mayor parte adaptaciones de las de Fedro, pero otras no atestiguadas por ninguna tradición y quizá elaboradas por él mismo; las fábulas de Aviano circularon mucho en la Edad Media, porque a diferencia de las de Fedro no son nunca licenciosas y su métrica, en la que abunda el hexámetro leonino, facilita el recuerdo.
En la Edad Media la fábula continúa transmitiéndose bajo nombres de autores o de colecciones que parecen pseudónimos: Romulus, Syntipas, pseudo-Dositeo, el Isopete... Esta temática se expande considerablemente mediante el Roman de Renart, colección de narraciones compuestas por clérigos anónimos en el siglo XII. En las historias del Ysengrinus, obra latina del poeta flamenco Nivard de Gand, la lucha del zorro contra el lobo sirve de pretexto para una vigorosa sátira social del la sociedad feudal y sus injusticias. La fábula se transforma aquí en una comedia animal. En el siglo XII, la poetisa María de Francia publica una colección de 63 fábulas.
Por otra parte, circularon por Europa numerosas colecciones de otras fábulas pertenecientes a una tradición autónoma distinta de origen indio (Hitopadesa, Pancatantra), difundidas a través de traducciones árabes o judáicas españolas o sicilianas. Muchas de ellas fueron a pasar a exemplarios o libros de ejemplos para sermones. El más famoso y difundido fue sin duda la Disciplina clericalis del judío converso español Pedro Alfonso, entre otros muchos.
Durante el Renacimiento las fábulas contaron con el interés de los humanistas; Leonardo da Vinci, por ejemplo, compuso un libro de fábulas. El género de los emblemas, que se puso de moda en el siglo XVI y XVII, recurrió con frecuencia a la fábula en el comentario escrito y en el grabado gráfico a imitación del humanista italiano Alciato, como los de Guillaume Guéroult, quien parece haberse especializado en este género con Le Blason des Oyseaux (1551), Les Hymnes du Temps et de ses parties (1560) y Les Figures de la Bible (1564), compuestos bajo el mismo modelo de un grabado acompañado de una corta pieza en verso. En Portugal cultiva la fábula Sá de Miranda. El jesuita François-Joseph Desbillons, profesor, produjo quinientas sesenta. Boisard publicó una colección con mil y una. Jean-Pons-Guillaume Viennet publicó en 1843 fábulas que escribió a lo largo de toda su vida. Incluso Napoleón, antes de ser consagrado emperador, compuso una juzgada bastante buena en su época.
Sin embargo casi todos estos autores han caído en el olvido, salvo Jean de La Fontaine y el escritor dieciochesco Florian (1755-1794). Este último compuso una colección de un centenar de fábulas de moraleja pública o privada. Florian inspiró a su vez al inglés John Gay y a los españoles Tomás de Iriarte (Fábulas literarias) y Félix María Samaniego. Gotthold Ephraim Lessing ilustró el género en Alemania e Ignacy Krasicki en Polonia.
En el siglo XIX la fábula se cultivó también con ahínco en el resto del mundo, aunque no en Francia; tuvieron éxito solamente las colecciones especializadas en temas concretos; en Rusia cultivaron el género Iván Krylov, en España Cristóbal de Beña (Fábulas políticas) y Juan Eugenio Hartzenbusch y en México José Rosas Moreno. Ambrose Bierce utilizó la fábula para la sátira política en los Estados Unidos (con sus Fábulas fantásticas y su Esopo enmendado), pero Beatrix Potter (1866-1943) fue más convencional en Gran Bretaña.
En España, y ya en el siglo XX, ha escrito un Nuevo fabulario Ramón de Basterra, quien, siguiendo algunos precedentes de Hartzenbusch, hace protagonistas de sus composiciones a elementos deshumanizados, como máquinas, cigüeñales, émbolos, cables y grúas, en vez de leones, zorras, cuervos o lobos; con ello incorpora la Revolución industrial y las Vanguardias a esta milenaria tradición. En 1961, el dramaturgo francés Jean Anouilh publicó una colección de 43 fábulas que fue muy vendida y revitalizó este género. Jean Chollet ha escrito también en el siglo XX bastantes fábulas inspiradas en el mundo actual.
Las fábulas y los apólogos se utilizaron desde la Antigüedad grecorromana por los esclavos pedagogos para enseñar conducta ética a los niños que educaban. La moral deducida de estos ejemplos era la del paganismo: es imposible cambiar la condición natural de las cosas, incluida la condición humana y el carácter de las personas. Con el tiempo, el Cristianismo sustituyó esta concepción del mundo por otra que presuponía en el hombre la posibilidad de cambiar su naturaleza, con un juicio moral incluido. Esopo y Babrio, entre los autores de expresión griega, y Fedro y Aviano entre los romanos, han sido los autores más célebres de fábulas y han servido de ejemplo a los demás. Con la revitalización de la Antigüedad clásica en el siglo XVIII y su afán didáctico y educador comenzaron a escribirse fábulas; en el siglo XIX, la fábula fue uno de los géneros más populares, pero empezaron a ampliarse sus temas y se realizaron colecciones especializadas. En el siglo XX el género se cultivó ya muy poco.
Características
La fábula clásica reposa sobre una doble estructura; desde el título mismo se encuentra una oposición entre dos personajes de posiciones subjetivas encontradas. Pero estos dos personajes se encuentran siempre en desigualdad social: uno en posición alta y otro en posición baja y desfavorable. Gracias a un evento narrativo imprevisto o survenant, el que estaba en posición alta se encuentra en posición inferior y viceversa. Este esquema es denominado por Christian Vandendorpe como "doble reenvío" en Apprendre à lire des fables, Montréal, 1989 y se encuentra en decenas de ellas, sobre todo en las populares, y permite fijar la comprensión y vehicular una moralidad clara. Como dice Hegel, "La fábula es como un enigma que será siempre acompañado por su solución" (Estética, II) Incluso si la fábula no tiene ya popularidad, el esquema que la forma se reencuentra en el hecho diverso (Christian Vandendorpe, De la fable au fait divers) y en la leyenda urbana (Jean-Bruno Renard, Rumeurs et légendes urbaines, París: Coll. Que sais-je?, 3445). Estas situaciones son imprescindibles en una fábula, pues sin importar el autor, el contexto social o político, éstas son las que la identifican y marcan un límite entre ella y otros géneros similares con los que podría confundirse por la forma alegórica que contienen. Otro punto de partida importante para delimitar la fábula, es que ésta se estructura en hechos imposibles a diferencia de los otros géneros alegóricos.
Como género literario posee un carácter míxto narrativo y didáctico y estas propiedades:
  • Esencialmente ofrece un contenido moralizante o didáctico.
  • Siempre contiene una moraleja. En las más antiguas se encuentra escrita al final del texto.
  • Generalmente es una pieza muy breve y con pocos personajes.
  • Posee una gran inventiva, riqueza imaginativa y de colorido.
  • Es inverosímil.
  • Su exposición de vicios y virtudes es maliciosa, irónica.
Fábula y moral
A lo largo de la historia, la fábula ha sido considerada más que un elemento lúdico o un género literario. Diferentes pensadores le han dado a la fábula un tinte de elemento ejemplarizante que a lo largo de la historia ha fungido como más que relatos fantásticos con animales.
Uno de los primeros filósofos que opinó respecto a la problemática de la enseñanza por medio de las fábulas, fue Platón, quien la atacó por la preponderancia que él le daba a la lógica sobre la estética; sin embargo, Platón se oponía no solo al uso de las fábulas en la enseñanza sino a todo uso de arte, puesto que el arte alejaba el alma de la verdad, de la cual poseía por naturaleza la semilla y la disposición para el conocimiento. (Nervi, 1965)
Aristóteles define a la fábula como uno de los tantos elementos de los que se vale un orador para persuadir. Por tanto es un elemento más de la retórica y no un género literario. Ya en las fábulas griegas se reflejaban rasgos de su sociedad; cada sociedad ha buscado transmitir ciertos valores de manera implícita en estas narraciones sin embargo fantásticas.
Por otra parte, Rousseau (2005, p115) critica fuertemente el uso de las fábulas en el entorno educativo y las tilda de deformadoras del carácter inocente de los niños. Para Rousseau las fábulas son relatos de difícil entendimiento para un niño y son escritos cargados de mensajes de moral equívoca, porque muestran que es el más fuerte y astuto quien vence y posee ventajas sobre quienes adolecen de falta de sagacidad.
Sin embargo, si bien hubo críticos acérrimos de las fábulas, también hay quienes desde una posición más neutral defienden que pueden ser beneficiosas en ciertos procesos de aprendizaje. Karl Vossler (1947, p.70) dijo a propósito que una fábula puede servir como elemento de ayuda en el aprendizaje, pero no para los niños, puesto que un correcto entendimiento de las mismas necesita al menos la experiencia de quien tenga al menos 40 años.
Más benévolos son autores como Alfonso Francia (1992, p.8), quien destaca la importancia del género para fomentar actitudes y comportamientos precavidos en niños y adolescentes; es más, afirma que una gran cantidad de técnicas y recursos hacen de la fábula un medio pedagógico de primera calidad y del cual se puede hacer uso para mejorar el proceso educativo.
Leyenda
Leyenda es una narración oral o escrita, con una mayor o menor proporción de elementos imaginativos y que generalmente quiere hacerse pasar por verdadera o basada en la verdad, o ligada en todo caso a un elemento de la realidad. Se transmite habitualmente de generación en generación, casi siempre de forma oral, y con frecuencia experimenta supresiones, añadidos o modificaciones.
Contenido
Etimología y características
Leyenda viene del latín legenda («lo que debe ser leído») y se refiere en origen a una narración puesta por escrito para ser leída en voz alta y en público, bien dentro de los monasterios, durante las comidas en el refectorio, o dentro de las iglesias, para edificación de los fieles cuando se celebra la festividad de un santo. En las leyendas la precisión histórica pasa a un segundo plano en beneficio de la intención moral o espiritual (en las hagiografías o leyendas hagiográficas o piadosas, cuyo más conocido testimonio es La leyenda dorada de Jacopo della Vorágine).
Ese es el significado que da a la palabra Gonzalo de Berceo cuando en Milagros de Nuestra Señora habla de "todas las leyendas que son del Criador" y en otros pasajes, aunque también se refiere ocasionalmente a leyendas de forma más general; en otros autores el significado de la palabra se extiende a lecturas no solamente piadosas. Posteriormente, la palabra se desacraliza, pasando a designar una historia con valor poético que, a pesar de hacer referencia a personajes o lugares reales, no se atiene a los hechos históricos. Durante el Romanticismo, la leyenda se vuelve sinónima de lo conocido en el siglo XIX como "tradición popular".
En literatura, una leyenda es una narración ficticia, casi siempre de origen oral, que apela a lo maravilloso. Una leyenda, a diferencia de un cuento, está ligada siempre a un elemento preciso y se centra menos en ella misma que en la integración de este elemento en el mundo cotidiano o la historia de la comunidad a la cual pertenece. Contrariamente al cuento, que se sitúa dentro de un tiempo ("érase una vez...") y un lugar (por ejemplo, en el Castillo de irás y no volverás) convenidos e imaginarios, la leyenda se desarrolla habitualmente en un lugar y un tiempo precisos y reales; comparte con el mito la tarea de dar fundamento y explicación a una determinada cultura, y presenta a menudo criaturas cuya existencia no ha sido probada (la leyenda de las sirenas, por ejemplo). Durante el Romanticismo varios autores conocidos escribieron leyendas tanto en prosa como en verso; los más celebrados fueron Ángel de Saavedra, José Zorrilla, Gustavo Adolfo Bécquer y José Joaquín de Mora.
Descripción
Una leyenda está generalmente relacionada con una persona, una comunidad, un momento, un lugar o un acontecimiento cuyo origen pretende explicar (leyendas etiológicas). A menudo se agrupan en ciclos alrededor de un personaje, como sucede con los ciclos de leyendas en torno a Robin Hood, el Cid Campeador o Bernardo del Carpio.
Las leyendas contienen casi siempre un núcleo básicamente histórico, ampliado en mayor o menor grado con episodios imaginativos. La aparición de los mismos puede depender de motivaciones involuntarias, como errores, malas interpretaciones (la llamada etimología popular, por ejemplo) o exageraciones, o bien de la acción consciente de una o más personas que, por razones interesadas o puramente estéticas, desarrollan el embrión original.
Cuando una leyenda presenta elementos tomados de otras leyendas hablamos de "contaminación de la leyenda".
Las leyendas en España
Se mezclaron en la península ibérica tradiciones muy disímiles: célticas, ibéricas, romanas, visigodas, judías, árabes (y con los árabes, las tradiciones indias) en las más diversas lenguas.
Varias leyendas aparecen en el Romancero y, a través de él, en el teatro clásico español. Un verdadero vivero de leyendas es la obra de Cristóbal Lozano y la novela cortesana del Barroco. Numerosos escritores eclesiásticos compilaron leyendas y tradiciones piadosas en distintas colecciones, la más conocida de las cuales, pero no la única, es el Flos sanctorum. Pero es solamente en el siglo XIX cuando los románticos empiezan a experimentar algún interés por recogerlas, estudiarlas o incluso imitarlas. En 1838 se publican ya unas Leyendas y novelas jerezanas; en 1869, 1872 y 1874 aparecen ediciones sucesivas de unas Leyendas y tradiciones populares de todos los países sobre la Santísima Virgen María, recogidas y ordenadas por una Sociedad Religiosa. En 1853 Agustín Durán, que había ya publicado los dos tomos de su monumental Romancero general o colección de romances castellanos (BAE, t. X y XVI), publicó la Leyenda de las tres toronjas del vergel de Amor. Ángel de Saavedra, duque de Rivas, cultiva el género de la leyenda en verso y Fernán Caballero traduce leyendas alemanas y compila y reúne colecciones de las españolas. Las de Gustavo Adolfo Bécquer, tanto las publicadas como las recopiladas póstumamente, son de las más expresivas en prosa, pero tampoco desmerecen las leyendas en verso de José Zorrilla y de José Joaquín de Mora. Tras Washington Irving, el arabista Francisco Javier Simonet publicó en 1858 La Alhambra: leyendas históricas árabes; José Lamarque de Novoa publicó Leyendas históricas y tradiciones (Sevilla, 1867); Antonia Díaz Fernández de Lamarque, Flores marchitas: baladas y leyendas (Sevilla, 1877); Manuel Cano y Cueto se ocupó de las leyendas sobre Miguel de Mañara (1873), y a estos nombres habría que añadir otros muchos no menos importantes, como María Coronel, Josefa Ugarte y Casanz, Teodomiro Ramírez de Arellano, José María Goizueta etcétera. En 1914 el importante centro de estudios folclóricos que era entonces Sevilla auspició la traducción de La formación de las leyendas de Arnold van Gennep. En 1953 supuso un hito la aparición de la Antología de leyendas de la literatura universal por parte del filósofo Vicente García de Diego, con un denso y extenso estudio preliminar y una selección de las mejores leyendas españolas agrupadas por regiones, y de otros países de todo el mundo. La última contribución importante a estos estudios es sin duda la de Julio Caro Baroja, un gran estudioso de la literatura de cordel, De arquetipos y leyendas (Barcelona: Círculo de Lectores, 1989).
Microrrelato
El microrrelato es una construcción literaria narrativa distinta de la novela o el cuento. Es la denominación más usada para un conjunto de obras diversas cuya principal característica es la brevedad de su contenido. El microrrelato también es llamado microcuento, minificción, microficción, cuento brevísimo, minicuento, etcétera.
Contenido
Historia del género
Textos escritos u orales de corta extensión aparecen a lo largo de todos los tiempos. Fábulas, adivinanzas, parábolas, epitafios, graffittis, etcétera. El microrrelato no es un fenómeno nuevo. Sienta sus bases en la Edad Media en los llamados bestiarios y más adelante es posible encontrarlo en las sentencias del Conde Lucanor, pero aún más atrás existen antecedentes en las parábolas de Jesús, vistas de forma individual, separada del texto, como estructuras narrativas completas y breves, exigencia de un microcuento. Lo que las convierte en microrelato es el lector, al individualizarlos.
Dado que el cuento, y especialmente el cuento fantástico, es en idioma español un género eminentemente rioplatense, el cuento breve es una especialización de ese género y el microrrelato su destilación máxima en autores que publican en Buenos Aires.
El microcuento nace en la Argentina en la década de los 1950 cuando con Bioy Casares, Jorge Luis Borges realiza la antología Narraciones Breves y extraordinarias, donde aparecen relatos de dos páginas hasta dos líneas. Más adelante en 60 Jorge Luis Borges escribe nuevas narraciones de microrrelatos en el libro El Hacedor, donde hay varios microrrelatos junto a poemas, Bioy en Guirnalda con amores y Julio Cortázar masificó el género con Historias de Cronopios y de Famas haciéndolo famoso en Europa.
En España hay referentes clásicos en este género, desde Ramón Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez y Max Aub, hasta Albert Tugues y otros tantos que en la actualidad cultivan el microcuento con gran prolijidad.
En Estados Unidos se empieza en los años 70 y fuera del Río de la Plata en Latinoamérica se comienza a explorar con mayor intensidad a partir de la década del 80. Es, sin duda, reflejo de lo absurdo y lo fragmentario de la modernidad. Juan José Arreola, Marco Denevi y Augusto Monterroso crearon las condiciones para que el microrrelato irrumpiera con mayor fuerza.
Pedro de Miguel, en el diario El Mundo, de Madrid dice:
Pero es en la época moderna, al nacer el cuento como género literario, cuando el microrrelato se populariza en la literatura en español gracias a la concurrencia de dos fenómenos de distinta índole: la explosión de las vanguardias con su renovación expresiva y la proliferación de revistas que exigían textos breves ilustrados para llenar sus páginas culturales. Algunas de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna son verdaderos cuentos de apenas una línea, y también Rubén Darío y Vicente Huidobro publicaron mini cuentos desde diversas estéticas. Junto a estos autores, la crítica señala también al mexicano Julio Torri y al argentino Leopoldo Lugones como decisivos precursores del actual microrrelato.
En la segunda mitad del siglo XX, proliferan estos textos que David Lagmanovich llama "cuentos concentrados al máximo, bellos como teoremas [...] que ponen a prueba nuestras maneras rutinarias de leer". Se presenta como una auténtica propuesta literaria, al grado de que es raro el escritor que no lo haya intentado.
Por otro lado, Víctor Montoya afirma que “Los microrrelatos son una apuesta por la literatura futurista cuyas innovadoras técnicas responden a las exigencias de un mundo más moderno, donde el tiempo es plata y la prosa breve es oro (...) Los narradores que valorar lo efímero en la literatura, cultivan una prosa breve, mientras más breve mejor. Se trata de una literatura que está muy cerca de prosa poética y que, al mejor estilo de los haikus, se parece a un félido veloz y cimbreante, constituido más por músculos que por grasa.”
No es de extrañar entonces que los mecanismos de construcción del microcuento contemplen el quiebre de expectativas del lector que lo impele a seguir buscando el sentido, y no sólo esto, sino además otorgar el sentido al completar los significados que apenas se esbozan o se insinúan apoyados en otro de los mecanismos propios de su construcción, "el doble sentido", es decir, la posibilidad de que lo dicho signifique no sólo lo literal e incluso algunas veces en absoluto lo literal, sino otra cosa que el lector debe encontrar para completar la narración, siendo de este modo lector y autor al mismo tiempo.
Juan Armando Epple ha definido así este tipo de composiciones: "Lo que distingue a estos textos como relatos es la existencia de una situación narrativa única, formulada en un espacio imaginario y en su decurso temporal, aunque algunos elementos de esta tríada (acción, espacio, tiempo), estén simplemente sugeridos."
Para entender el microcuento no se necesitan referentes externos salvo aquellos de orden cultural que permiten otorgar sentido a algunas expresiones. Esta narración es por sobre todo concisa, es decir, breve y precisa y de una gran intensidad expresiva, pues es un verdadero extracto no en el sentido del resumen, sino en el sentido de "esencia", es decir, aquello que contiene lo más importante, lo central.
Principales características
La brevedad
No es falso asegurar que la brevedad, noción que también aplica al cuento, sea lo más común de este tipo de textos. Sin embargo, es una característica bastante subjetiva, ya que existen microrrelatos de varias páginas, decenas de palabras o incluso cuatro.
Los títulos son pertinentes, porque cumplen una indudable función de focalización. En algunos casos son imprescindibles para completar el sentido, por eso cuentan (importan) en el texto. Se entiende, eso sí, que contar el número de palabras es sólo una forma de ilustrar el concepto de brevedad.
Aun así, hay análisis que se centran en este método de contar palabras para la clasificación, y distinguen: "hiperbreve", "microrrelato", "cuento breve", "cuento", "novela breve" o "novela", etc.
La temática
Como otras obras literarias, los microcuentos abarcan las más diversas temáticas que van desde la ficción pura, la inclusión de otros discursos (políticos, sociales, etcétera), hasta el uso de la intertextualidad. Tiene la particularidad de presentar un descenlace inesperado con respecto al los sucesos narrados, es decir, quiebra las expectativas del lector sobre su final, condicionado por los sucesos narrados antes del descenlace.
Cruce de géneros
La economía de palabras es notoria, pero a medida que el microrrelato se va haciendo popular, también la variedad de la forma va aumentando. Esto provoca la destrucción de los géneros, hasta el punto de que resulte imposible -e inútil- tratar de definirlo, distinguirlo o clasificarlo. Se postula entonces un género híbrido que con sus recursos estilísticos entremezcla narración, ensayo, poesía, entre otros.
Mito
Para otros usos de este término, véase Mito (desambiguación).
El dios Thor, de los vikingos, en la batalla contra los gigantes.
Pintura de Mårten Eskil Winge (1872).
Un mito (del griego μθος, mythos, «relato», «cuento») es un relato tradicional que refiere acontecimientos prodigiosos, protagonizados por seres sobrenaturales o extraordinarios, tales como dioses, semidioses, héroes o monstruos.
 
Contenido
Funciones del mito
El antropólogo Bronislaw Malinowski afirmaba que no hay aspecto importante de la vida que sea ajeno al mito. Para Malinoswki, los mitos son narraciones fundamentales, en tanto que responden a las preguntas básicas de la existencia humana: por qué el hombre y el mundo que lo rodea son como son. Por ello, existen mitos religiosos (como el nacimiento de los dioses), políticos (como la fundación de Roma) y referidos a asuntos de la vida cotidiana (por qué el maíz se convirtió en el principal alimento de un pueblo, como sucedió con los pueblos prehispánicos de México).
Según Mircea Eliade, el mito es una historia sagrada que narra un acontecimiento sucedido durante un tiempo primigenio, en el que el mundo no tenía aún su forma actual. Los acontecimientos de la naturaleza que se repiten periódicamente se explican como consecuencia de los sucesos narrados en el mito (por ejemplo, en la mitología griega el ciclo de las estaciones se explica a partir del rapto de Perséfone). Sin embargo, no todos los mitos se refieren a un tiempo "primero", también pueden abordar sucesos acontecidos después del origen, pero que destacan por su importancia y por los cambios que trajeron.
Según la visión de Lévi-Strauss, antropólogo estructuralista, todo mito tiene tres características:
El psicoanalista estadounidense Rollo May distingue tres funciones esenciales del mito: explicativa, de significado y pragmática. Las tres funciones se suelen combinar de manera constante. La función explicativa se refiere a que los mitos explican, justifican o desarrollan el origen, razón de ser y causa de algún aspecto de la vida social o individual. Por ejemplo, el mito griego que narra cómo se originó el mundo a partir del Caos, o la historia del Génesis que explica el nacimiento de la mujer a partir de la costilla del primer hombre. La función pragmática del mito implica que los mitos legitiman ciertas estructuras sociales y acciones: así, un mito puede marcar una línea genealógica y determinar quiénes pueden gobernar o no. Gracias a esta función, los mitos especifican y justifican por qué una situación es de una manera determinada y no de otra. La función de significado se refiere a que los mitos otorgan consuelo y calma y proporcionan una finalidad a la vida de los individuos. Tal es el caso de los mitos que hablan de la vida tras la muerte o describen procesos de sufrimiento, coronados con la victoria. Por tanto, los mitos no son historias alejadas de la persona, sino que funcionan como un asidero existencial.
Tipos de mitos
Se distinguen varias clases de mitos:
  • Mitos cosmogónicos: intentan explicar la creación del mundo. Son los más universalmente extendidos y de los que existe mayor cantidad. A menudo, se sitúa el origen de la tierra en un océano primigenio. A veces, una raza de gigantes, como los titanes, desempeña una función determinante en esta creación; en este caso, tales gigantes, que suelen ser semidioses, constituyen la primera población de la tierra.
  • Mitos teogónicos: relatan el origen de los dioses. Por ejemplo, Atenea surge armada de la cabeza de Zeus.
  • Mitos antropogónicos: narran la aparición del ser humano, quien puede ser creado a partir de cualquier materia, viva (una planta, un animal) o inerte (polvo, lodo, arcilla, etc.). Los dioses le enseñan a vivir sobre la tierra. Normalmente están vinculados a los mitos cosmogónicos.
  • Mitos etiológicos: explican el origen de los seres, las cosas, las técnicas y las instituciones.
  • Mitos morales: explican la existencia del bien y del mal.
  • Mitos fundacionales: cuentan cómo se fundaron las ciudades por voluntad de dioses. Un ejemplo es el de la fundación de Roma por dos gemelos, Rómulo y Remo, que fueron amamantados por una loba.
  • Mitos escatológicos: anuncian el futuro, el fin del mundo. Siguen teniendo amplia audiencia. Estos mitos comprenden dos clases principales, según el elemento que provoque la destrucción del mundo: el agua o el fuego. A menudo están vinculados a la astrología. La inminencia del fin se anuncia por una mayor frecuencia de eclipses, terremotos, y toda clase de catástrofes naturales que aterrorizan a los humanos.
Tipos de personajes
Las categorías de personajes del mito incluyen, entre otros, al héroe cultural, dios que mata o que es envidioso, madre tierra, gigantes, etc. Uno de los medios más comunes de clasificación es mediante la utilización de oposiciones binarias. Zeus y los titanes, blanco y negro, viejo y joven, alto y bajo son las características que reflejan la necesidad humana de convertir diferencias de grado en diferencias de clase.
Lectura literal, alegórica y simbólica
Si bien los mitos parecen haber sido planteados originalmente como historias literalmente ciertas, la dialéctica entre la explicación mítica del mundo y la filosófica y científica ha favorecido el desarrollo de lecturas no literales de los mitos, según las cuales éstos no deberían ser objeto de creencia, sino de interpretación.
Así, la lectura alegórica de los mitos, nacida en Grecia en la época helenística, propone interpretar a los dioses como personificaciones de elementos naturales. Este empeño encuentra su continuación en teorías posteriores, como la difundida en el siglo XIX por Max Müller, según la cual los mitos tienen su origen en historias mal comprendidas sobre el sol, que ha sido objeto de personificación, convirtiéndose en un personaje antropomorfo (el héroe o dios solar).
La lectura simbólica considera que el mito contiene un contenido veraz, pero no sobre aquello que aparentemente trata, sino sobre los contenidos mentales de sus creadores y usuarios. Así, el mito sobre cómo un dios instituyó la semana al crear el mundo en siete días contiene información veraz sobre cómo dividía el tiempo la sociedad que lo creó y qué divisiones hacía entre lo inanimado y lo animado, los distintos tipos de animales y el hombre, etc. Los mitos contienen también pautas útiles de comportamiento: modelos a seguir o evitar, historias conocidas por todos con las que poner en relación las experiencias individuales.
Los estudios modernos sobre el mito se sitúan en tres posiciones fundamentales:
  • la funcionalista, desarrollada por el antropólogo Malinowski, examina para qué se utilizan los mitos en la vida cotidiana (refuerzo de conductas, argumento de autoridad, etc.);
  • la estructuralista, iniciada por Lévi-Strauss, examina la construcción de los mitos localizando los elementos contrarios o complementarios que aparecen en él y la manera en que aparecen relacionados;
  • la simbolista, que tiene referentes clásicos en Jung, Bachelard y Gilbert Durand, considera que el elemento fundamental del mito es el símbolo, un elemento tangible pero cargado de una resonancia o significación que remite a contenidos arquetípicos de la psique humana. (Un ejemplo de arquetipo es el Niño Anciano, figura contradictoria que se manifiesta como un personaje longevo de apariencia o conducta infantil —como Merlín— o un bebé o niño capaz de hablar y dotado de enormes conocimientos, propios de un anciano —el niño Jesús dando clase a los doctores—.)
Diferencia entre el mito y otro tipo de narraciones
A menudo se suele confundir el mito con otro tipo de narraciones como los cuentos, las fábulas y las leyendas.
La mayor diferencia entre los cuentos y los mitos es que los cuentos pretenden fundamentalmente entretener, mientras que los mitos constituyen una fuente de significados y aprendizajes capaces de guiar la vida de grupos e individuos. Además, los cuentos se caracterizan por su linealidad y poca complejidad: sus personajes son simples, tienen poco desarrollo psicológico y rara vez abordan las grandes preguntas de la vida. En cambio, los mitos suelen tener mayor complejidad, sus personajes tienden a ser representaciones de valores y pensamientos de un grupo y presentan y resuelven problemas que causan angustia, conflicto o dudas a la comunidad.
Las fábulas se parecen a los mitos en cuanto a que pretenden dejar un aprendizaje moral. Sin embargo, se diferencian de los mitos porque son más sencillas y su mensaje, que a menudo aparece al final de la narración (moraleja), suele ser más evidente.
Las leyendas son narraciones que versan sobre héroes y grandes personajes que realizaron acciones que son consideradas destacables y admirables. Se asemejan a los mitos por ser consideradas verdaderas, además de ser sustento de legitimidad política. No obstante, las leyendas no son narraciones que permitan el conjunto de aprendizajes, valores y sustento de estructuras sociales que sí posibilita el mito, y están situadas en un tiempo histórico, posterior al tiempo mítico.
Cuando los mitos dejan de ofrecer una explicación satisfactoria para las necesidades de un pueblo o individuo pueden volverse cuentos, fábulas o leyendas y, a la vez, estas pueden transformarse en mitos.
Narrativa
Para el método cualitativo, véase producción narrativa.
La narrativa es el género literario que engloba la novela y todo tipo de relatos. Estos escritos, generalmente en prosa, recogen unos hechos, explicados por un narrador, que suceden a unos personajes que son los que realizan las acciones.
Cuando se habla de narrativa, es importante destacar que dicho término abarca otros campos además del literario, como audiovisual (cómics, juegos de mesa, videojuegos, televisión, cine).
Con respecto al análisis narrativo resulta interesante la propuesta de J. García Jiménez (1993) que propone distintos modelos. Algunos de ellos son:
Contenido
El modelo comunicacional
Dicho modelo se basa en considerar al fenómeno narrativo como un proceso de comunicación generado por el narrador, teniendo en cuenta que narrador y narratario deben compartir el código lingüístico.
Este modelo señala que todo lo que existe es dialéctica significativa y, por lo tanto, texto. Su análisis se guía por una racionalidad subjetiva.
El modelo actancial
Este modelo sigue la lógica de Propp y enfatiza en las funciones que representan los personajes dentro de un relato, pero se aparta de esta lógica Proppiana para ahondar en estructuras más profundas del relato. Greimas es quien resalta la figura del actante. Se habla de actante puede ser un hombre, un animal, una taza o cualquier figura, que se mezcla con la función que representa dentro de la narrativa destacando al actuante.
El modelo pragmático
Este modelo asume los anteriores. En el análisis se infieren los indicadores significativos y los criterios que posibilitan la construcción de lo observable. Los factores esenciales son el contexto y el pragmatismo del discurso.
Relato
El relato, también llamado cuento largo, es una forma de narración cuya extensión en número de páginas es menor a la de una novela. Aunque el número de páginas no es lo único que se debe tener en cuenta a la hora de determinar un género. Grandes autores como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Jack London, Franz Kafka, Howard Phillips Lovecraft, Truman Capote y Raymond Carver, han demostrado con la calidad indiscutible de sus relatos, las grandes posibilidades de este género.
La esencia del relato consiste en contar una historia sin reflejarla en toda su extensión, compactándola y poniendo el énfasis en determinados momentos, que suelen ser decisivos para el desarrollo de la misma, dejando a la imaginación del lector la tarea de componer los detalles que podrían ser considerados "superfluos" y que, junto a los hechos narrados en el relato, compondrían un cuadro mayor, como en muchos de los relatos de Raymond Carver. Los hechos narrados en el relato pueden ser de ficción (cuento, epopeya, etc.) o de no-ficción (noticias). El relato es una estructura discursiva, caracterizada por la heterogeneidad narrativa, y en el cuerpo de un mismo relato pueden aparecer diferentes tipos de discurso.
En general un relato es resultado de la inspiración inmediata (en este sentido comparte su génesis con la poesía), a diferencia del cuento en donde todos los indicios deben llevar indefectiblemente al nudo y luego al desenlace y por ende requiere un trabajo previo del autor.
De todas maneras, el término relato es en general poco preciso y la mayoría de los analistas y escritores no hacen ninguna diferencia entre ambos términos (cuento y relato)
Algunos autores utilizan el término relato para describir aquellos textos breves en donde no hay una línea argumental precisa o no lleva necesariamente a un punto de tensión como en el cuento. Otros autores lo refieren cuando hablan de textos breves (es decir menores a una novela) pero que incluyen capítulos.
También lo utilizan algunos como un género intermedio entre el cuento y la novela. En este sentido podría intercambiarse con el término de nouvelle, aunque se prefiere utilizar este último para textos de una longitud intermedia pero con diversas líneas argumentales, personajes, etc.
El relato, a diferencia del cuento, admite elementos de no ficción (por ejemplo un relato periodístico, o el relato no ficticio, como el introducido por Truman Capote en A sangre fría, entre otros). En este sentido, el relato podría ser un género limítrofe entre lo estrictamente artístico/literario y por ejemplo lo periodístico o lo ensayístico.
Relato, también conocido como NA.
 
Bibliografía
  • Joaquín Álvarez Barrientos y María José Rodríguez Sánchez de León, con la colaboración de Ricardo de la Fuente Ballesteros, Diccionario de literatura popular española. Salamanca: Ediciones Colegio de España, 1997.
  • Antología de leyendas. Estudio preliminar, selecc. y notas de Vicente García de Diego. Barcelona, Labor, 1953, 2 vos. Contiene leyendas de España divididas por regiones y de Yugoslavia, Grecia, Turquía, Bulgaria, Rumanía, Polonia, Finlandia, Rusia, Inglaterra, Irlanda, Nórdicas, Suecia, Alemania, Fenicia, Caldea, Armenia, Media, Persia, India, Tíbet, China, Japón, Java, Nueva Guinea, Argentina, Bolivia, Colombia, Brasil, México, Cuba, Canadá, Marruecos, Egipto, Nigeria, bantúes, talmúdicas, gitanas. Reimpreso sin las notas ni la documentadísima introducción en Barcelona: Círculo de Lectores, 1999.
  • Schwab, Gustav. Las más bellas leyendas de la antigüedad clásica. Madrid: Editorial Gredos, 2009. ISBN 9788424935603
Fuentes
  • Christian Vandendorpe, Apprendre à lire des fables, Montréal, 1989
  • Jean-Bruno Renard, Rumeurs et légendes urbaines, Coll. « Que sais-je ? » 3445
  • Fábulas esópicas, Traducción de Alfredo Róspide López y Francisco Martín García, Madrid: Editorial Alba, 1989.
  • Perry, B. E., Babrius and Phaedrus. London, Loeb, 1965.
  • La Fontaine, Jean de, Oeuvres Complètes. Edición de J. Marmier, París, Seuil, 1965.
  • Perry, B. E., Aesopica, Urbana, The University of Illinois, 1952.
  • Rousseau, J. Emilio o la educación, 2005. México D.F.: Editorial Porrua.
  • García, C. Fábulas de Esopo. Vida de Esopo. Fábulas de Babrio. 1985. Madrid: Editorial Gredos.
  • Vossler, K. La Fontaine y sus fábulas. 1947. Buenos Aires: Espasa Calpe.
  • Francia, A. Educar con Fábulas, 1992. Madrid: CCS.